A veces me gustaría que, cuando
la noche cae, yo cayese con ella. Adoraría caer junto al telón, quedarme
detrás, a oscuras y en silencio sin necesitar nada. Solo esa tranquilidad.
Pero no.
Ni mi mente ni mi cuerpo
tienen los mismos planes que yo.
Así que aquí estoy, como tantas
otras noches. Escuchando canciones en bucle a la par que mis pensamientos van
reciclándose unos a otros.
Estas son noches circulares.
No
llevan a ningún sitio, pero desgastan durante el recorrido.
Son noches en las que no merece
la pena pelear.
Es mejor dejarse llevar y dejar que te maten.
Tal vez tenía razón de pequeña
cuando no podía dormir y creía que la única solución era que me dejaran
inconsciente.
Obviamente, antes que eso,
prefiero convertirme en un autómata que deja que las palabras se apoderen de
ella.
Pero las palabras siempre son incoherentes,
inconexas.
Solo sé eso.
Esta noche pensaré lo mismo una y otra vez.
De mil
maneras diferentes, pero siempre lo mismo.
Reutilizando la última palabra
del pensamiento anterior para comenzar uno nuevo con menos sentido.
¿Lo peor? Cuando acabe la noche
ni siquiera recordaré todo lo que ha cruzado por mi mente, aunque me despertaré
con una conclusión.
Ya veremos quién será capaz de explicarla.
Por ahora, descansad por mí y no
os convirtáis en insomnes.